martes, 19 de mayo de 2009

Circunstancias que nos recuerdan que nos hemos hecho mayores





La vertiginosa rapidez con la que pasa el tiempo hace que en ocasiones no sepamos asimilar que nos hemos hecho mayores y que hemos entrado en otra etapa de la vida distinta a la que nos encontrábamos hace relativamente poco.

Existen indicios de que ya no eres tan joven, como que cada vez estás menos con tus amigos, que el fin de semana haces más vida diurna y menos vida nocturna o que disfrutas más tu tiempo en casa. Otro tipo de indicios más impactantes en este sentido como firmar una hipoteca o ser padre no los he vivido.

Sin embargo, hay otro tipo de acontecimientos menos agradables que también te recuerdan de un modo sobresaltado que ya te has hecho mayor. Este año me ha tocado vivir un par de ellos.
El primero de ellos, la muerte de mi abuelo, que había estado ahí en mi niñez, en mi adolescencia y en lo que vino después como quiera que se llame, primero con mi abuela y luego solo, pero seguía ahí, hasta que un día de febrero dejó de estar. El segundo de ellos, la muerte de Antonio Vega, él también estaba siempre ahí, en la lejanía física pero en la proximidad que pueden crear unos acordes y unas letras, aguantando el paso del tiempo y los continuos rumores que lo colocaban en el corredor de la muerte.

Para aquellos que hemos nacido en la primera mitad de los setenta, la movida nos cogió un poco pequeños. Salvo algunos recuerdos nuestros primeros contactos con la música se encuentran en la segunda mitad de los 80, en la cual grupos como Nacha Pop, Gabinete Caligari, Alaska y Dinarama o Siniestro Total pegaban sus últimos coletazos. Por el contrario triunfaban otros grupos más poperos como Mecano u Hombres G, aparecían auténticas horteradas como Modestia Aparte o los Olé Olé de Marta Sánchez y de los grupos primitivos Radio Futura y Loquillo seguían aguantando. Nacha Pop o Gabinete conseguían sus mayores éxitos comerciales en sus postrimerías.

En los 90 las cosas cambiaron bastante, imponiéndose el rock alternativo y el brit pop. Grupos como Nirvana, Pearl Jam, Radiohead, Oasis o Blur, entre otros, lideraban la escena internacional. Por lo que respecta al panorama nacional la mayoría de los grandes grupos de los 80 desaparecían o pasaban al anonimato. Únicamente Joaquín Sabina mejoraba sus resultados comerciales de la década anterior a base de una mayor inversión en publicidad y, para mi gusto, haciendo peor música (no volví a escuchar nada tan bueno como el LP Hotel dulce hotel). Hubo apariciones buenas aunque cortas como Los Rodríguez y otras más o menos decentes en un principio pero tocadas por un aire demasiado comercial como Jarabe de Palo o Ella Baila Sola que, en todo caso, duraron poco. También hubo grupos nacidos al albor de la escena Indie que duraron poco aunque alguno se ha reinventado para seguir vendiendo actualmente, como Dover. Esta década marcó el inicio de la desaparición de diversos personajes de la movida que pagaron la novatada de ser los primeros que habían disfrutado de la libertad que había supuesto la llegada de la democracia y que mostraron al resto los estragos que causaba la heroína. En mi caso, solamente bastaba con darse un paseo por las calles de mi pueblo o escuchar las desgraciadas historias que se contaban, para ver sus efectos.

La década actual que abrió el nuevo siglo marcó la desaparición de la música de autor en la radio comercial, estando todo el protagonismo en las discográficas que ponen las pautas (asquerosamente derivadas hacia los ritmos latinos) y los artistas simplemente son una figura que queda bien en un videoclip interpretando aquello que le ordenan. Las radiofórmulas se orientan hacia la reproducción de listas de éxitos de pasadas décadas, alternadas con la música de artistas modernos pertenecientes a discográficas que pueden pagar para que se escuchen hasta la saciedad, y todo es igual día tras día. Se escuchan bazofias como La Oreja de Van Gogh, Bisbal, Enrique Iglesias y cosas un poco más decentes aunque contaminadas por las discográficas como Amaral o El Canto del Loco- Resulta llamativo que si escuchas la radio de música comercial española no te enteres de que un grupo que no hace mucho era lo más de lo más como Oasis, ha sacado un nuevo disco que, por otra parte no está nada mal. Por suerte, gracias a Internet se puede conocer agrupos como Lori Meyers.

¿Y qué queda de la movida? Pues está Alaska que haciendo bueno el dicho de renovarse o morir, se ha reinventando intentando seguir en el circuito comercial, haciendo algo que no tiene nada que ver con lo que hacía en los 80. Y también estaba por ahí Antonio Vega quien, de manera intermitente llevaba bastantes años apareciendo en la escena musical, bien con nuevos trabajos bien participando en homenajes o colaborando con otros artistas. Eso sí, manteniendo su esencia.

Mis recuerdos de Antonio se remontan a las canciones de Nacha Pop de mediados de los 80, suyas (Una décima de segundo, relojes en la oscuridad) o de Nacho (Grité una noche, Lágrimas al suelo, Vístete). En los noventa no le seguí demasiado pero con la llegada del nuevo siglo le redescubrí y volví a recuperar los trabajos de Nacha Pop (esta vez en su conjunto, no sólo los hits) y sus canciones en solitario. En los últimos años no perdí ocasiones para verlo actuar (en mayo del 2005 en la Plaza de la Quintana en Santiago, en agosto de 2007 junto a su primo Nacho en la playa de Riazor y en noviembre de 2008 en el Playa Club de La Coruña). Realmente impresionaba su aspecto desmejorado pero no menos impresionante era su profesionalidad y la sensación que producían sus letras y su música entre el público que, en cierto modo eran el recuerdo de una parte importante de nuestra existencia. A pesar de su estado de salud (si hacemos caso a los rumore, llevaba maltrecho desde hacía más de una década) no renunciaba a la carretera y tras su gira con Nacho seguía con otra gira por pequeños locales de toda la geografía española. Finalmente, la leyenda viva y genuina de las tres últimas décadas de nuestra música nos dejó y nos deja su recuerdo y la constancia de que ya hemos vivido más de tres décadas y nos hemos hecho mayores.

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